Por Jorge A. Sanguinetty
Acaba de morir a los 94 años de edad el profesor Milton Friedman, uno de los economistas más influyentes de nuestros tiempos. Cuando comencé a saber de Milton Friedman en Cuba, antes de emigrar a Estados Unidos, la izquierda lo clasificaba como un economista conservador. Sin embargo, al estudiar intensamente muchos de sus trabajos, me fui dando cuenta de su gran estatura científica y de la profundidad de su pensamiento en materia de política pública. Fue Milton Friedman el que me enseñó lo superficial del pensamiento ideológico cuando se usa para reemplazar el conocimiento sobre los fenómenos sociales. Fueron sus lecturas las que me ayudaron a liberarme de la simplista distinción de izquierda y derecha para clasificar posiciones políticas cuando la situación requiere reflexiones profundas, cuidadosas y bien informadas.
Aunque no tuve el privilegio de conocerlo personalmente, sí tuve la suerte de estudiar y trabajar con muchos de sus discípulos, especialmente al comienzo de mi vida en Estados Unidos. Entonces tuve que aprender no sólo las formas de vida de este país, sino también su cultura académica, sus formas organizadas de debate crítico y los más elevados estándares de excelencia escolástica y científica. En Cuba ya yo había adquirido la noción de que la economía como disciplina era susceptible de la aplicación del método científico. Milton Friedman y muchos otros economistas como él me lo demostraron fehacientemente con sus investigaciones, en especial sus colegas de la Universidad de Chicago. Poseía también el don de explicar los más alambicados conceptos de una forma tan clara que todo el mundo los podía comprender, habilidad que no todos los economistas tienen y que yo trato de emular en todo lo que escribo para el gran público.
Era admirable su capacidad para debatir exhaustivamente un tema dado con una lógica impecable. Sus argumentos eran tan poderosos que irritaban a los que se le enfrentaban desde posiciones ideológicas, pero muchas veces acababa convenciendo a sus más combativos adversarios. La obra de Friedman tiene muchas formas, pero se puede agrupar en dos grandes categorías: el trabajo científico y las propuestas de política pública escritas para el público general. En el primer grupo cabe su monumental estudio Una Historia Monetaria de Estados Unidos, 19871960, trabajo hecho junto a la distinguida investigadora Anna J. Schwartz en el benemérito National Bureau of Economic Research, donde tuve la enorme distinción de trabajar y conocerla personalmente. Otra investigación importante de Friedman se plasma en su libro Una Teoría de la Función de Consumo, estudio obligado en todo programa de postgrado en economía y donde el autor demostró que los niveles de consumo no dependen directamente de los niveles de ingreso de los consumidores sino de las expectativas futuras de ingreso. Se incluye en este grupo de contribuciones su crítica al paradigma macroeconómico de John Maynard Keynes, donde Friedman replanteó el papel de la política monetaria en una economía y revisó críticamente la importancia del gasto público como principal instrumento de manejo de una economía por parte del gobierno. Y como colofón a su crítica del sistema keynesiano, Friedman desbarató la concepción conocida como la curva de Phillips, una ecuación matemáticoestadística que supone una relación inversa entre la tasa de desempleo y la de inflación. Dicha relación se utilizaba erróneamente para tratar de reducir el desempleo mediante aumentos de precios inducidos por expansiones monetarias, hasta que en los años setenta y ochenta el fenómeno conocido como estanflación le dió la razón a Friedman y seguidores como Edmund Phelps, casualmente Premio Nobel de Economía de este año.
La influencia de Milton Friedman se extiende a muchos otros tópicos, pero uno puede ver un denominador común en su convicción de que los mercados deben ser libres, que todo ciudadano debe gozar de plena libertad de opciones, que nadie, mucho menos el estado o el gobierno, debe decidir por él. De ahí que Friedman atacó el monopolio estatal de la educación pública porque limita las opciones educativas de los ciudadanos, especialmente los de menos recursos. En su lugar propuso que cada estudiante recibiera cupones o vales (“vouchers”) emitidos por el estado para pagar por su educación en las escuelas que cada cual prefiriera. De esta manera la libertad de opciones no estaría restringida por la capacidad de pago de las familias de los estudiantes. Igualmente Friedman se opuso al servicio militar obligatorio y abogó por unas fuerzas armadas voluntarias y a sueldo, propuesta que finalmente fue aceptada por la administración del presidente Richard Nixon y que cuenta con amplio apoyo de la ciudadanía y de ambos partidos políticos. Era obvio que Milton Friedman puso todo su intelecto a favor de los intereses de las mayorías, incluyendo los más pobres, como él mismo lo había sido.
El profesor Friedman nos brinda una lección que se destaca por su importancia en la defensa de las libertades individuales y es la advertencia de que cuando un gobierno comienza a conculcar las libertades económicas, está socavando la base de las libertades políticas. Por esa razón, Friedman argumentaba en consonancia con los fundadores de este país, que los poderes económicos del gobierno deben estar sujetos a limitaciones y controles para evitar que poco a poco acaben sometiendo a los ciudadanos a la voluntad de los gobernantes.
Ha muerto un verdadero gigante del pensamiento económico moderno, uno de esos portentos intelectuales que países avanzados como Estados Unidos produce y ayudan a desarrollar. Mi esperanza es que del mismo modo en que el mundo ha sabido disfrutar de tantos descubrimientos hechos en este país, aprendan también a utilizar las ideas verdaderamente progresistas de Milton Friedman.
Miami, 21 de noviembre de 2006.